Lectura Crítica

La lectura veloz y comprensiva no agota las posibilidades de un libro. Una lectura crítica desarrolla nuestro razonamiento y nos adiestra para distinguir los hechos de las opiniones y los objetivos declarados de los reales. Si en un libro sobre la contaminación ambiental en Argentina, en el prólogo el autor declara que su objetivo es analizar las causas de la misma y en el índice no aparece ninguna referencia a los desechos industriales y las empresas, podemos suponer que hay otro objetivo no declarado. Del mismo modo, el objetivo declarado puede ser hacer accesibles al gran público nociones de filosofía, pero al leerlo descubrimos que, en realidad, el autor busca hacer alarde de sus conocimientos y erudición. La distinción entre hechos y opiniones resulta útil en todos los textos, especialmente en la Historia, la Política y el Periodismo.

Un hecho es una enunciación que puede verificarse. Si leemos “Los metales se dilatan con el calor” o “Juan de Garay fundó la ciudad de Buenos Aires”, podemos verificar la información (con experimentos científicos o documentos y material de archivo).

La opinión presenta una de las posibles interpretaciones de un hecho; las opiniones tienen siempre una carga subjetiva; suelen ser juicios de difícil comprobación. Nuestras creencias, pareceres y sensaciones, no son hechos sino opiniones.

Hay opiniones que, si están fundamentadas, tienen gran probabilidad de ser creíbles. Veamos los siguientes enunciados:
* El Pronunciamiento de Mayo se inscribe en el ciclo de movimientos revolucionarios característicos del siglo XIX.
* La Revolución de Mayo fue un movimiento gestado por los intereses británicos en el Río de la Plata
*  Las necesidades de los revolucionarios americanos coincidieron, en parte, con los intereses comerciales de Inglaterra.

Sólo los enunciados 1 y 3 son hechos. El 2 constituye una opinión del emisor. ¿Esto significa que los libros informativos no pueden hacer interpretación de hechos? Si no hubiera interpretación, todos los libros informativos serían iguales. La emisión de opiniones no es buena ni mala en sí misma. Si el autor, en el prólogo, establece de que ideas o principios parte, los lectores estamos prevenidos.

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