Ejemplos de conversación
Las características de la lengua oral no siempre se dan todas al mismo tiempo. En algunas situaciones, nuestras manifestaciones orales tienen cierta formalidad, rasgos más propios de la escritura (como al exponer una lección, una clase especial, o participar en una asambleo estudiantil). Con personas conocidas o de edad avanzada, disminuimos las expresiones afectivas y evitamos las frases de la jerga juvenil.
No obstante, esta adecuación de la oralidad al ambiente donde nos encontremos, en todos los casos la conversación implica escuchar a nuestro interlocutor y no interrumpirlo, para que pueda desarrollar su pensamiento; respetar sus opiniones y hacer respetar las nuestras. Un buen conversador tiene amplitud de criterio ante las opiniones ajenas y está dispuesto a aceptar lo que los demás puedan enseñarle, si exponen razones sólidas para fundamentar sus juicios. Del mismo modo, sólo con una buena argumentación, los demás se sentirán inclinados a aceptar nuestros puntos de vista.
Escuchar al otro supone prestarle atención; retener lo fundamental para retomarlo cuando estemos en el uso de la palabra; cerciorarnos de haber entendido bien lo que nos dice; usar un tono de voz que no resulte agresivo por excesivamente fuerte, ni obligue al esfuerzo auditivo por demasiado tenue; respetar sus contribuciones sin menospreciarlas con frases descalificantes (como: no digas pavadas, esas son estupideces); destacar lo importante si algún interlocutor se ha desviado en aspectos poco significativos. Si estamos atentos, podremos retomar el tema sin resultar agresivos (expresiones como: “eso me parece importante, pero, ¿por qué no concluimos lo que veníamos tratando?”, no resultan molestas y permiten volver a lo principal).